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  ¿Hay un Dios?

Nadie puede probarte la existencia de Dios de una manera matemática. Sin
embargo podrás estar seguro de su existencia:


Existe un gran número de buenos argumentos racionales de la existencia de Dios que estaremos tocando más adelante.

Si no quieres cree en Dios, jamás lo harás. Sin embargo tus propios argumentos para no creer en Dios serán debatibles.

No puede haber una comprobación científica simplemente porque Dios no pertenece al mundo físico o material; él es espiritual einfinito. El hombre utiliza la ciencia (con su Método Científico) para observar los
fenómenos naturales en nuestro universo y luego, aplicando la razón y la lógica, tratar de explicarlos y controlarlos. No podemos definir a Dios como parte de nuestro universo porque no está compuesto de materia; tampoco como parte del tiempo pues es eterno. Esto lo explicaremos más adelante.

Los eventos de nuestro mundo no pueden ser corroborados con un 100% de certeza. Un ejemplo lo es el Programa Espacial norteamericano. Volúmenes enteros han sido publicados sobre la teoría de una posible falsificación de los hechos de parte del gobierno, mostrando eventos que sólo ocurrieron en escenarios preparados.

Todo lo que necesitamos es llevar el nivel o estándar de la comprobación lo suficientemente elevado para que nada pueda ser probado. Probar algo con certeza es un asunto ilusorio. Como los antiguos griegos descubrieron, uno de ellos Euclides, toda comprobación tiene que confiar por lo menos en algunos supuestos, llamados postulados, que no “necesitan” ser probados, que son dados por sentados, que se aceptan sin discusión. Así que una persona que busque una prueba irrefutable de algo está condenada al fracaso.

En nuestro mundo real basamos nuestras vidas y todas nuestras acciones en probabilidades, no en hechos comprobados. El sol probablemente saldrá hoy, así que nos levantamos de la cama. Probablemente no moriremos en un accidente automovilístico por la mañana, así que salimos a trabajar. El alimento del restaurante probablemente no ha sido envenenado,
accidentalmente o por un homicida desequilibrado, así que comemos. Y así
sucesivamente.

Como la existencia de Dios es imposible de “probar”, cualquier grado de
certidumbre de su existencia tiene que salir de nuestro interior, de nuestro corazón, porque es el espíritu de Dios al que estamos tratando de encontrar. La paradoja es, que sólo encontrarás la fe si Dios te da la gracia para ello.

Tu felicidad no depende sólo de cosas materiales, como juguetes y artefactos; más bien depende de cosas espirituales como el amor y un sentido de realización. La fe en Dios, que es espiritual, tiene la capacidad de hacerte feliz ahora y por toda la eternidad.

Un hombre de fe sabe por qué cree. No es por razones egoístas o porque quiere la salvación a como dé lugar. Sino porque sabe que es verdadera criatura de Dios y le busca naturalmente y le conoce como sólo un hijo puede conocer a su progenitor. Dios completa nuestra existencia solitaria. Nos da un
sentimiento de llegada a casa. Dios es nuestra certeza más allá de toda corroboración de su existencia. Dios nos regala la fe. Nuestra fe es el resultado de haber aceptado el regalo de la gracia divina.







Aún así hay argumentos muy persuasivos
de su existencia que recogeremos más adelante.

Ahora les quiero relatar una experiencia
personal que recuerdo como si hubiera ocurrido ayer.



"Estoy muy seguro de que hay un Cielo y mi abuelo está en él.

Me explico:

Cuando era pequeño mi madre daba clases de piano para complementar los
exiguos ingresos de nuestro hogar. El piano era tan viejo y destartalado
que no podía ser afinado y tenía varias teclas que ni siquiera
funcionaban. No podíamos costear uno mejor.

Para ese tiempo mi abuelo, Joseph Weber, vino a pasar los últimos meses
de su vida con nosotros. Yo no conocía su padecimiento, pero estaba muy
enfermo y nunca se levantaba de su cama. Desde allí escuchaba a mi madre
quejarse de lo difícil que le era dar clases con nuestro viejo piano.
Poco antes de morir Abuelo le dijo a mi madre que no se preocupara que
en cuanto llegara al cielo le iba a enviar uno nuevo. Ella le confesó
que había ahorrado toda su vida y sólo había conseguido acumular $50.00,
lo cual no era suficiente para comprar un piano. Abuelo le repitió que
se lo enviaría directamente del cielo.

Días después de la muerte de Abuelo, Mamá recibió una llamada telefónica
de alguien que se mudaba del pueblo. Tenían un piano de cola, casi
nuevo, al que no le habían dado mucho uso y no querían llevarlo con
ellos. Se habían enterado que ella era maestra de piano y querían saber
si lo interesaba comprar, ¡por $50.00!

Sólo hasta que se instaló el piano en nuestro recibidor y Mamá se sentó
a tocar supimos la marca del piano; escrita en letras doradas sobre el
teclado. Era un fabricante poco conocido, el único piano de esa marca
que he visto en mi vida. Mamá quedó pasmada y mirando las letras
irrumpió en sollozos: la marca del piano era WEBER.

Así que por eso sé que Abuelo está en el cielo; y sé por qué regresé a
Dios después de una prolongada separación."


Garrett Toren, Editor

(Si estás pensando que esta coincidencia sobre un piano no es razón
suficiente para tener fe, recuerda que este incidente hizo que abriera
mi corazón a la posibilidad de la existencia de Dios después de una
larga y firme negación. Mi fe es un regalo de Dios.)









Casi una prueba, contestando a una pregunta de un lector:


      “Debe haber un argumento para la existencia de Dios que mi razón pueda comprender. No está en mi naturaleza aceptar las cosas sólo por fe.”
     

     
     Hay dos cuestiones que debemos atender. ¿Hay un Dios? Y si es así, ¿es
     un Dios personal, que está interesado en nosotros ahora y después de la
     muerte? ¿O él solo nos deja vivir y que nos apaguemos como un haz de
     luz; que vivamos como una lagartija o un árbol, para luego desaparecer?
     
     Doy por sentado que estás aferrado a la idea de que el universo ha
     comenzado su existencia por su propia iniciativa.
     
     Te invito a salir afuera en una noche estrellada. Mira al cielo. Cada
     uno de esos pequeños puntos luminosos es un sistema planetario con un
     sol mayor que el nuestro. ¡Hay billones y billones de estrellas y aun
     galaxias sólo visibles con poderosos telescopios y muchas más invisibles
     aún para ellos!
     
     ¿Creaste tú esas estrellas? ¿Se crearon ellas solas? Toma una roca del
     suelo; éste es el material del cual muchos de esos planetas están
     hechos. ¿Te parece que esta roca se pudo hacer ella misma? ¡Las que
     están en mi patio no me parecen suficientemente inteligentes para
     haberlo hecho!
     
     Pero insistes, ¿qué si pre-existieron cosas que provocaran la existencia
     del universo espontáneamente, y que pudieran ser tan grandes e
     inteligentes como para hacerle evolucionar hacia algo tan inmenso y
     ordenado y hermoso, y con inteligencia y con amor y con todo? Ah, has
     dado con la definición de Dios, ¿te das cuenta? No te ha sido tan
     difícil descubrirle después de todo.
     



De igual forma Dios no podría tener la misma naturaleza que el resto
del universo como le conocemos. Si fuera esto así, nuestro argumento se
convertiría en un círculo cerrado y tendríamos que buscar un primer
comienzo. Nuestro lenguaje no tiene palabras claras para describir la
naturaleza de Dios y volvemos a caer en lo de “espiritual”. Con esto
queremos indicar que él es diferente a las cosas que conocemos
directamente y que - a diferencia de nuestro mundo que es temporero y
cambiante - él tiene la tiene la característica de ser eterno.
Lógicamente él tiene que ser eterno. Es la única manera en que pudo
crear nuestro universo.

Pero el mejor argumento es éste:

Presupón que Dios no existe: entonces este mundo temporal y la felicidad
fugaz en él se tornan sumamente importantes. Porque sería todo lo que
disfrutaríamos. Parecería entonces una verdadera tragedia que alguien no
alcanzara una larga vida plena de felicidad aquí. La muerte de un
infante o la apesadumbrada vida de una persona en un país del tercer
mundo sería una tragedia inimaginable que nada podría mitigar.

Si has visto la muerte de tu propio nieto en un accidente de auto, o has
viajado a países pobres viendo a seres humanos morir lentamente de
inanición, tu propio sentido de justicia te diría que debe existir otro
lugar diferente a este valle de lágrimas en que nos movemos cada día. No
es justo que la única vida que una niñita conoce se le arrebate casi al
momento de comenzar, en una agonía cruenta. No es justo que millones
nazcan a una vida con circunstancias que no pueden controlar y que les
condenan a sufrimientos inimaginables cada día de sus vidas.

¿Estamos listos para afirmar que este hermoso universo, tan
increíblemente ordenado, es también perversamente injusto? Eso nos haría
partícipes de una inmensa burla cósmica. Eso no es aceptable.

Nuestro sentido de justicia demanda que estos errores sean corregidos.
¿Por quién? No por nosotros; sería imposible: sólo un Ser Supremo
podría hacerlo.

Tenemos una conciencia que nos ayuda a conocer lo bueno de lo malo. Sin
embargo en este mundo nuestro, las personas que no siguen las guías de
la moral y asesinan y engañan y roban y mienten y son egoístas y
malvados, muchas veces son los más exitosos. Las personas honestas,
buenas, que viven sus vidas calladamente, con amor y caridad, muchas
veces sufren de terribles enfermedades, o pierden a sus seres queridos,
o caen en la miseria mas atroz. Nuestro sentido de justicia nos dice que
habrá, tiene que haber, un momento futuro de rendir cuentas, cuando las
desigualdades e injusticias de este mundo se resuelvan. Pero sin Dios,
sin justicia divina, esto será imposible.

Algunos lectores preguntan ¿cómo puede Dios existir si permite que niñas
inocentes sean violadas y asesinadas? Nosotros preguntamos, ¿cómo podría no existir un Dios en un mundo en el cual esto ocurre? Es sólo la
justicia divina la que puede rectificar estos males. Es sólo un Dios
infinitamente poderoso el que puede sacar bien de este mal
indescriptible.

(Los cristianos sabemos que cada pequeño que muere injustamente ha
obtenido su boleto de salvación gratuito. Entra directo a la presencia de
Dios y será feliz por toda la eternidad.)

Ahora llegamos a la cuestión más importante: nuestra relación con ese
Dios que hemos propuesto. Considera estas dos alternativas:

La primera: él no tiene interés alguno en lo que hacemos y nos
descartará el mismo instante que nuestras vidas concluyan. O él puede no ser
siquiera una persona, y no sería capaz de pensar en nosotros. De
cualquier modo, el sentido común nos diría que nuestras vidas,
esencialmente no valdrían nada y no tendrían razón de ser alguna. No habría
consecuencia alguna de nuestras actuaciones excepto nuestra
gratificación personal aquí y ahora. No habría justicia divina. (¡Esto
es inadmisible!)

La segunda alternativa: él seria una persona interesada en nosotros y en
cómo llevamos nuestra existencia. Si esto fuese cierto, él se aseguraría
que tuviéramos un instinto natural que nos guiase en nuestra vida, él se
presentaría personalmente aquí en la tierra y nos diría lo que espera de
nosotros. Si fuéramos afortunados él haría todas estas cosas por
nosotros.

¿Queremos instintivamente evitar ser perversos, no golpear a gatitos o a
niños pequeños? ¡Por supuesto! Llamamos a este instinto natural nuestra
conciencia. Es la manera en que sabemos que Dios es persona y está
interesado en nosotros. (Aunque también podríamos ignorar nuestra
conciencia, muy fácilmente, racionalizando nuestras malas acciones en
gran medida.)

¿Hizo Dios su aparición sobre la tierra para darnos los detalles él
mismo? Yo lo hubiera hecho si fuera él. Durante su visita nos diría lo
que espera de nosotros; nos daría una serie de reglas para seguir en
nuestras vidas. Podríamos esperar que estas reglas estuvieran en
completo acuerdo con nuestras conciencias. ¿Ocurrió esta visita en algún
momento?

Así fue que ocurrió. Las palabras de Jesús, plasmadas en los Evangelios,
están en completo acuerdo con la conciencia de cada persona de buena
voluntad; así ha sido por dos mil años. . Esta es la manera en que sabemos que Dios es persona y está interesado en nosotros.

Pero recuerda que la religión, aun para católicos como yo, no debe ser
algo complicado. Es sencillamente cuestión de amar y perdonar. El resto
de los detalles importantes va surgiendo paulatinamente.




“Sólo porque no hayamos descubierto una solución natural a la cuestión
de cómo el universo comenzó a existir no quiere decir que algún día no
ha de ser descubierta. Otros eventos aparentemente sobrenaturales en
tiempos remotos, como los volcanes y los terremotos, fueron luego
explicados científicamente.”



Entiendo que estás contando con que en algún momento se encontrará la
respuesta al origen del universo. Pero eres víctima de tu propia lógica. Rechazas una solución perfectamente normal que ha satisfecho durante
siglos a millones de hombres altamente inteligentes por el mero hecho de que de que no se ha “comprobado” todavía. Y no podemos pasar por alto
que aceptas una nada abismal que ni siquiera puedes imaginar.

Tu noción del originador del universo es insatisfactoria. Necesita
enmarcarse en el requisito de que su naturaleza difiera de la naturaleza física del universo. De otro modo el argumento de la “causa primera’ se
le aplicaría necesariamente. Además, al igual que Dios, necesitaría existir fuera del tiempo para poder ser responsable de haber echado a correr el tiempo. Tendría, además, que dar cuenta del amor, del odio, del
heroísmo, del disfrute de la belleza, de la conciencia y de infinidad de cosas que encontramos dentro de nosotros, inexistentes en la naturaleza. Cuando todo se ha dicho y hecho, podríamos llamar a este ente eterno
Dios y darle conclusión al asunto.

Así como hay miles de explicaciones científicas que no se han dado para
explicar los fenómenos naturales, sabemos que en su momento Dios te dará la gracia de reconocerle en esos mismos acontecimientos. No puedes
pensar que esto no ha de ocurrir porque todavía no ha pasado. Ocurrirá, a menos que le cierres férreamente tu corazón a Dios.

Como nota al calce: Si Dios realmente existe no necesitamos
corroboración científica alguna para descubrirle. Billones de seres han nacido antes de que ninguna evidencia científica fuese considerada. Ellos fueron sus criaturas también, y estuvieron capacitados para
encontrar el camino hacia él. Si Dios existe, él se tiene que asegurar de haber dejado en nosotros la capacidad de reconocerle como nuestro
Creador y Padre. Todos tenemos esta capacidad, no sólo los graduados de universidad.

[Traducido al español por Fernando O. Rivera]




Si entiendes que quieres creer en Dios y habiendo considerado todos los argumentos anteriores todavía estás indeciso, tendrás que hacer algo quete va a parecer muy extraño.

Tendrás que convencerte de que la fe es un regalo de Dios, el mismo Dios de cuya existencia dudas. Y tendrás que hacerlo pidiéndole la fe a Él mismo.

Como con cualquier regalo, no lo podrás exigir. Como con otros muchos regalos, pensarás que no lo necesitas, que hasta el momento te las has arreglado sin él. Pero es un magnífico regalo que te traerá comodidad felicidad en este mundo, y te enviará directamente a una eternidad de felicidad en el otro.

Sin embargo, tendrás que pedirlo tú mismo. No de un modo ofensivo, sinon la manera que se pide una dádiva de gran valor. Marcha a la casa del dueño, del dador, con el sombrero en la mano, como decimos, humildemente. Entra al templo y arrodíllate. Cuéntale a Dios de tu viday de tus problemas. Sólo tienes que confiar en mi palabra de que te va escuchar. Pregúntale de corazón si de verdad Él existe. Quizás no enseguida; ni siquiera luego, sino hasta el momento de tu muerte. En su momento, Él te dará el regalo de tu fe: el regalo más preciado que todo el oro del mundo.

Las cosas buenas que nos llegan del infinito amor de Dios por nosotros las llamamos gracia. Su gracia es eso, gratis, gratuita para el que la quiera aceptar. Podemos rechazar su regalo si es nuestro deseo. Pero escoló con su gracia que alcanzaremos la vida, la felicidad, eterna.




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  • ¿Los “Milagros” de la Biblia, están supuestos a hacerme cree?

    Claro que no. La fe viene de adentro de nosotros, por la gracia de Dios, desde nuestra conciencia. Es nuestra conciencia la que nos incita a creer que este mensaje de Cristo, este comienzo del amor y el perdón, es la verdad. Nuestra conciencia nos dice que no hay otra manera racional de vivir nuestra vida y ser feliz. Nuestra conciencia nos dice clara y enfáticamente que Cristo es el Camino, el único camino. Esa es la razón de nuestra fe.

    Los Milagros descritos en los Evangelios no están ahí para hacernos creer que Él es Dios. Están para convencer a sus discípulos que le acompañaron y los cronistas de su vida. Ellos necesitaban creer con certeza y rapidez, para así poder pasar su Mensaje a las futuras generaciones. Así que nosotros no tenemos fe por sus milagros, todo lo contrario, entendemos que esos milagros pudieron haber ocurrido a causa de nuestra fe de que Él era Dios.

    ¿Pero, qué si estamos equivocados y verdaderamente Dios no existe?

    Si ocurriera que todo esto sólo ha sido un cuento de hadas y que te apagas como un cirio al morir, nunca lo sabrías. No hay penalidad por creer en cosas incorrectas durante toda tu vida. De hecho, los sicólogos nos dicen que una fuerte dosis de fe en Dios y llevar una vida recta es la mejor manera de alcanzar la felicidad aquí en la tierra, independientemente de lo que suceda después de la muerte. Éste sería un caso de ganancia total (“win-win”).

    Pongámoslo de otro modo. Supón que decides que no vas a creer y que vas a llevar una vida de inmoralidades, mueres y estás equivocado y ¡sí hay un Dios! Entonces, come dicen por ahí: ¡se te salieron las cabras del corral; se te acabó el evento! Además de que tu vida aquí en la tierra será--con toda probabilidad--la más triste inimaginable. Éste sería un caso de pérdida total (“lose-lose”).

    No te estamos pidiendo que “pretendas” creer en Dios. Lo que intentamos hacerte entender es que éste puedes ser el mejor momento para que abras tu mente a la posibilidad de su existencia, y para que le pidas que te conceda la gracia de alcanzar la fe en Él.



    "Soy un ateo tratando de encontrar en qué creer. ¿Los ateos, vamos al infierno?"


    No debes confundir ser ateo con ser agnóstico. Éste ultimo mira a su alrededor y se dice: “Bien, admito que alguien o algo hizo este inmenso y maravilloso universo, pero no sé quién o qué.

    Quizá él o ella se me revelará en algún momento. Esperaré hasta que Él lo haga, o quizás yo mismo investigue y trate de entender este asunto.

    El agnóstico típico cree que como existen tantas religiones y sectas, y no todas pueden estar en la verdad, sería inútil tratar de distinguir unas de otras para escoger la “verdadera”.

    Todo esto es comprensible. Eventualmente encontrarás a Dios.

    El ateo es el que dice: “Dios no existe. Puedo ver que soy el ser viviente superior a los otros que existen sobre la tierra, soy el amo de todo lo que me rodea. Conduciré mi existencia de acuerdo a mis propios designios; no quiero creer que existe algo más allá del sepulcro; no deseo compartir mi eternidad con ningún ente llamado Dios aun cuando Él exista.

    ¡Esto es terriblemente serio! Esto te conseguirá lo que pretendes, ¡una eternidad en el infierno! Pero sé que lo que eres es un agnóstico. Si fueras ateo no creerías en el infierno y no te preocuparías por él (¡te llegaría como una terrible y total sorpresa!).



    "¿Por qué hay ateos, si la creencia en Dios es parte integral de quienes somos?"

    Existen cuatro razones para ello.

    Primera, muchos argumentan que como el mundo es un total desastre, no puede haber un Dios actuando sobre él y esto, para ellos, significa la inexistencia de Dios.

    Si este mundo fuese todo lo que hay para nosotros, este sería un argumento válido. Y para el ateo hace buen sentido. Pero si somos hijos eternos de Dios e intentamos vivir nuestras vidas de manera que nos gane felicidad eterna e infinita, los enredos de este mundo no tienen sentido alguno. Todo lo que importa es que amemos y brindemos nuestra ayuda a los menos afortunados. Nada ni nadie puede impedirnos hacer el bien.

    Segunda, algunos otros dicen que sería una enorme coincidencia si la religión en la que han nacido fuese la verdadera, y como no pueden saber cuál es la verdadera, ignorarán todo el asunto.

    Si lo piensas bien, no puede haber más de un Ser Supremo, sólo por definición. Así que, ¿por qué existen tantas religiones diferentes? Es sencillamente, porque la humanidad estuvo dispersa por la tierra en regiones separadas y sin comunicarse por un enorme período de tiempo de su historia. Ciertamente que Dios pudo haber elegido presentarse a cada pequeño grupo pero no lo hizo así. Lo que hizo fue darles lo que a todos, una conciencia igual para que reconociesen la verdad al momento de escucharla.

    ¿Hay una religión verdadera? Claro que sí, ¿cómo podría ser de otra manera? Dios, por definición es perfecto, no puede darnos mensajes divergentes sobre cómo llevar a cabo nuestra vida. Esto sería una broma muy pobre. La única Verdad con certeza incluirá que los hombres somos amados en nuestra condición de hijos suyos, y que nos dará la oportunidad a cada uno de nosotros, en algún momento de nuestras vidas, de hacer las cosas y tomar las decisiones necesarias para pasar con Él la eternidad completamente felices.

    Para algunos, probablemente alguien nacido en la India del siglo XII, estas cosas y decisiones incluirán cumplir lo mejor que puedan con sus conciencias, obedecer los preceptos de la religión en la que nacieron y, por un milagro que no podemos imaginar, aceptar la Verdad de Dios mismo, en el instante intemporal antes de morir. No podemos siquiera adivinar cómo Dios llevará a cabo esta proeza. Pero siendo misericordioso y amoroso al extremo, Él se encargará de hacerlo. Sabemos que esas personas han sido provistas de las herramientas necesarias para su salvación. Él ama a todos sus hijos.

    Así que la excusa de “son muchas religiones” es una excusa barata. Cumple bien con la religión en que has nacido, y ama a Dios y a tu prójimo como a ti mismo. Si no profesas ninguna fe mira detenidamente hacia el Cristianismo, especialmente hacia la Iglesia Católica. Jesús enseñó lo que tú ya sabes en el interior de tu corazón y de tu conciencia es la verdad.

    Tercera, muchas personas poseen tanta arrogancia y altivez que se les hace muy difícil aceptar autoridad alguna superior a la de ellos mismos.

    Estos son los mismos que se meten en problemas en aceptar la autoridad de donde quiera que venga: de sus padres, de sus maestros o de sus sargentos de pelotón. Ellos se abren paso por la vida a empellones, con mucha infelicidad y nada los puede sacar de la idea de que son el centro del universo.

    Cuarta, aún hay otros que se sienten muy bien de no tener que asistir a la iglesita cada semana y no quieren apartarse ni un instante de los placeres de la carne.

    Estos saben muy bien que admitir de la existencia de Dios, que les exige cierto comportamiento, les va a ocasionar inconvenientes y no les dará el placer inmediato que desean. Así que vuelven el rostro hacia el otro lado demandando las pruebas de su existencia, que muy bien saben nunca les serán dadas a su entera satisfacción.







    Tengo 76 años y estoy cada día mas confundido sobre mi situación. Siento que me sería más fácil ir por la vida creyendo en Dios. No he decidido no creer; Dios sabe que le he estado buscando toda mi vida. Me he puesto de rodillas ante Él, sollozando, rogándole que me mostrara el camino, pero jamás he sentido que me haya escuchado.

    Te escucha muy bien. Quizás seas tú el que no le hayas estado escuchando a Él.

    Todo este mundo, tu vida toda, es una gran orquesta de los sonidos, las imágenes y la belleza de Dios. Escucha y mira. Él está en la risa de los chicos jugando al otro lado de tu ventana. Él está en las rosas de tu jardín y en la majestuosa belleza de un cielo estrellado. Y más que todo eso, Él está dentro de ti mismo desde el momento de tu nacimiento, señalándote las cosas que hacías mal y las que hacías correctamente.

    ¿Has tenido hijos? Puedo recordar cuando los míos eran pequeños. Un día estábamos en una caminata y quisimos cruzar una cañada. Había un cañería de agua de 18 pulgadas de diámetro que la cruzaba de orilla a orilla, fácil de pasar para mi. Pero mi hijo de cuatro años tenia miedo, y con razón. Le tomé ambas manos y lo cruce sin percance alguno. Él no dudó ni un instante, tenía absoluta y completa confianza en mí. Muchas veces medito en esa experiencia.

    Éste es el momento en que debes convertirte en niño otra vez, y apartar de ti toda argumentación y todas tus dudas. Dios es tu Padre y debes confiar plenamente en Él. Pon tu vida en sus manos y deja que te conduzca hacia la eterna felicidad.

    No le pidas señales prodigiosas ni milagros. En este mundo estamos por cuenta propia y la voz de nuestra conciencia es la única que Dios utiliza para comunicarse con nosotros. Lo que nos pide es extremadamente sencillo. Haz lo mejor que puedas por llevar a otros la felicidad. Ni siquiera pienses en tu propia felicidad; Dios cuidará de ella en su momento. Confía plenamente en Él.

    Trata a cada día como otro milagro de su creación en el que te da la oportunidad de crecer y madurar. No rehuyas las decisiones difíciles. Haz lo que otros te pidan. Comparte tu alimento y tu techo con los menos afortunados. Muéstrate alegre aun cuando la enfermedad te cause un dolor intenso. Nunca reniegues de Dios en tus desgracias, muéstrale gratitud constantemente por tu vida y por tu fe. Sólo pide su gracia y la fe que necesitas. Pronto Él estará orgulloso de llamarte hijo suyo por toda la eternidad.


    ¿Si Dios ya sabe lo que vamos a hacer, y si vamos para el Cielo o para el
    Infierno, ¿cómo podemos disfrutar nuestro libre albedrío?



    Supón que no existiese alguien como Dios, de manera que nadie supiera el resultado de nuestras acciones o de nuestras vidas. Nuestro libre albedrío es entonces más palpable ya que podemos hacer lo que nos salga en ganas. Supón ahora que uno de nuestros científicos construye la máquina del tiempo y que la gente pueda viajar al pasado y observar lo que allá ocurre. Tendrían que ser invisibles y no tendrían la capacidad de cambiar nada, claro está, porque lo que sucede allá es parte de la historia y no puede ser cambiado. Sólo serían observadores completamente secretos.

    Pero si los observadores fueran estudiosos de la Historia o poseyesen el diario de alguien de la época, sabrían de antemano lo que esa persona va a hacer, así como Dios sabe de nosotros. ¿Significaría eso que la persona observada no tuvo libertad de acción, que de alguna manera estaba obligado a comportarse de la manera que lo hizo? No; nuestra hipótesis original es que cada uno tuvo libertad de acción. El hecho de que alguien tuviera conocimiento previo de sus acciones en nada confligía con su libertad para escoger lo que quiso.

    De igual modo opera Dios.

    Más sencillo es entender que Dios es todo-conocedor y todopoderoso. Pero aun siendo así, Él pudo hacer que los eventos futuros no ejercieran influencia en tu libertad. En sus Evangelios Jesús nos enseña que “para Dios todo es posible; cosas que para los hombres parecen imposibles para Dios no lo son”. No importa que no comprendamos como Él lo hace. Siendo Él todopoderoso, lo que necesitamos saber es que lo puede hacer.


    "Si Dios lo creó todo, ¿quién creó a Dios?"

    Si te pudiera decir quién creó a Dios, entonces desearías saber quién había creado a ese ser anterior a Dios. No importa cuántas veces identificara ese creador previo, tú siempre querrías saber quién lo creó. Por lo tanto tienes que salirte de esa línea de razonamiento.

    Lógicamente, la única manera posible de salir de ese dilema interminable es dar por sentado que a quien quiera que llamemos Dios es Él, el primero y el único ser que no necesitó ser creado, que simplemente, ha existido siempre, por toda la eternidad.

    Nunca ha habido un momento en que Dios no existió.

    De hecho, ésta es la respuesta que Dios siempre ofrece; cuando se le pregunta su nombre en el Antiguo Testamento responde llanamente: “Yo soy”. Él es el que es, ahora y siempre, por los siglos de los siglos, sin principio ni fin.

    Nuestro dilema es que vivimos en un mundo material, rodeado de cosas materiales y medimos el tiempo por al cambio que sufren esas cosas. Dios no es material, es espiritual. No sigue nuestras “reglas”. No existe en el “tiempo”. Si continuas tratando de encajonarlo en las leyes físicas de tu mundo estarás chocando contra un muro sólido e impenetrable.



    "¿Por qué Dios permite la existencia del mal?"


    El mal no es una cosa, no tiene existencia propia. Es el modo que describimos a alguien que tiene libre albedrío y lo utiliza para decidir apartarse de Dios y hacerles daño a otras personas, o que tiene tanta soberbia que piensa que está por encima de Dios y puede él mismo dar la definición del bien y del mal.

    El libre albedrío nos capacita para tomar nuestras propias decisiones morales sin la intervención de Dios o de cualquiera otro. Podemos dar puntapiés a los gatitos, podemos mentir, podemos ser holgazanes, podemos maltratar a nuestros progenitores, y Dios lo permite. Podemos prosperar como consecuencia de nuestra maldad, vivir en mansiones y ser conducidos en coches lujosos.

    Dios puede, lo hace constantemente, sacar bien del mal. Sin los Nazis durante la Segunda Guerra Mundial, ¿cómo hubiesen podido surgir los miles de grandes héroes, ocultando y protegiendo a católicos y judíos con riesgo de sus propias vidas, rehusando ajusticiar a otros aun bajo las órdenes de sus gobernantes, ayudando a sus compañeros de cautiverio a permanecer gozosos al enfrentar la tortura y la muerte? Sin personas malvadas el mundo no nos ofrecería la oportunidad para los actos heroicos. Es de gran beneficio moral perdonar al que nos ocasiona daño, devolverle bondad y ayuda a cambio de su odio y abusos. ¿Cómo podría ser esto posible sin gentes malvadas? Sin ellos no tendríamos oportunidad alguna de hacer el bien.

    Otra razón por la que Dios no destruye a los malvados es que Él les da la oportunidad de actuar con voluntad propia y completa libertad, para que puedan escoger en algún momento, aun el instante mismo de sus propias muertes, a renunciar a sus malignas actuaciones y a entregarse a Él de corazón. Sabemos que Dios está siempre animándoles a convertirse a Él, porque nunca ha dejado de amarles.

    Es una cosa loable el orar siempre por las personas y por los ángeles que tomaron las decisiones incorrectas. Dios siempre ama a sus hijos, no importa las barbaridades que cometan. Él siempre escucha nuestras oraciones por nuestros enemigos y se alegra de que así lo hagamos, pues Él también les ama. Todos los padres siempre aman a sus hijos, no importa cuán malos sean. Cuando les castigan, a ellos les duele más.


    [Traducido al español por Fernando O. Rivera]



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